martes, 11 de septiembre de 2012

Conspiración de un apocalipsis


No se sabe cómo, ni cuando, pero en un momento incierto de la historia alguien empieza a dar pasos por sí mismo. No hay detalles de nada, pero ella, sabiéndose protagonista, no necesita más. Por supuesto no es dueña de los acontecimientos y mucho menos puede predecir lo que puede pasar en aquel mundo surrealista. Si hubiera de ponerle un comienzo, diría que todo empezó con la extensión de un virus. El virus, innombrable durante todo el transcurso de los acontecimientos, se ciñe a generar una enfermedad que convierte a los seres en terribles monstruos semejantes a licántropos, pero aún poseedores de las caracterizaciones humanas.
Casas pequeñas y viejas y un extenso campo dorado se abre en una tarde perfecta en aquél lugar intocable donde no se siente el viento, el calor o el frío. Pasos acelerados, uno tras otros, aire ligeramente tenso y un pequeño grupo de chicas (entre la que está la protagonista) huye de una de las criaturas semi-licántropos que deja ver lo que anteriormente pudo ser una más de ellas. Es curioso que de lejos, la escena parece una irónica representación de un juego de niños, en los que uno debe "cazar" al resto del grupo para cederle el puesto de "cazador". Hay forcejeos,una especie de dulce terror en el corazón de la protagonista, cuando lucha con aquella indomable criatura. Es herida en las muñecas y en aquel momento, sabe que está perdida. Se deshace de la criatura, que ya está oliendo la carne de alguna de aquellas chicas y relame sus dientes como si pudiera ya saborear la textura de su sangre. Una estampida enorme de aquel grupo baja por una cuesta de larga distancia y la protagonista no puede dejar de mirar sus muñecas. Según ha visto, por desgracia, en las personas que se volvían semi-licántropos, no tardaría nada en formar parte de aquella jauría de monstruos y sin embargo, pasa el tiempo y ella está intacta; Ni siquiera las heridas sangran, como si estuvieran trazadas por un lápiz rojo. La noche cae de golpe sobre aquella calle y alimenta el aliento de aquella criatura, acelerando el ensordecedor pulso acelerado de sus posibles víctimas. Estratagemas en equipo, llegan a esquivar a la semi-licántropo en una de las pistas de fútbol con las que termina la calle y en ese momento se dan cuenta de que la noche es una gran aliada. Tras despistar al monstruos, la protagonista recorre con cierta precaución la calle que hace de cruce, pero no puede llegar muy lejos. Inexplicablemente, muchas de aquel grupo han desaparecido y sólo quedan tres. Al girarse para mirar el porvenir de su rumbo se encuentran con unos esbeltos humanos de piel pálida y colmillos afilados. Las agarran a las tres por el cuello y se disponen a alimentarse de la vena del cuello de aquellas muchachas, pero el chico que sostiene a la guía de esta historia se detiene a medio camino de su objetivo. Un fino colgante en forma de crucifijo girado pende del cuello de ésta, a pesar de que ella no recuerda haberlo llevado en ningún momento. Antes de que llegue el crepúsculo, ya se ha obtenido un acuerdo de fraternidad con aquellos que sufren vampirismo. Sólo un fino muro en medio del cruce los separa de los muertos deambulantes que recorren con sórdida paciencia las calles en su procesión mortuoria desde el cementerio. Con la misma rapidez con la que el manto nocturno se cernió sobre la cabeza de la protagonista, el apabullante amanecer abre las puertas del sol y anuncia la llegada de la mañana. Todo es blanco, lleno de cables y tecnología futurística. Personas del sol naciente con batas blancas y carpetas bajo el brazo desactivan a todos los licántropos, los vampiristas y los muertos deambulantes. Reclutan a los supervivientes, donde sorprendentemente la mayoría son niños. Los clasifican en departamentos y los enfundan en colores según el rango. Y nuestra protagonista, azul. En medio de desconocidos. En medio de una cadena de montaje.


De la serie: Surrealismo de lo Onírico. Historia 1

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